Nuestra sociedad, exigente pero admirablemente resiliente, luego de un primer intento fallido, ha cambiado las reglas con la esperanza de concretar su mandato para que se elabore –de una vez por todas– el proyecto de Constitución que necesitamos y merecemos.
El primer intento se trataba de una “carta en blanco”, una Constitución escrita desde cero, sin un marco previo que la contuviera, en el que se ignoró y hasta despreció la experiencia y conocimiento de quienes saben y han estudiado el impacto de las distintas cartas fundamentales tanto en Chile como en el extranjero.
En contraste, el proceso actual ha aprendido de las experiencias pasadas y ha reconocido la necesidad de contar con un marco previo. También con la participación de expertos, representantes de diferentes sectores que ha enriquecido el debate con conocimiento y rigurosidad, asegurando que los derechos y aspiraciones de diversos grupos sean tomados en cuenta.
En el pasado, el examen de iniciativas populares podía ser más limitado, menos transparente, siempre desde la división. Por otro lado, en el proceso actual, se ha retomado el examen a través de indicaciones presentadas a las propuestas elaboradas por personas y organizaciones de la sociedad civil
Enfrentados ya a la discusión de las indicaciones esperamos que, en contraste con lo padecido por los votantes en el proceso anterior, nos encontremos con consejeros constituyentes que antepongan el encargo formulado por la ciudadanía a sus legítimos intereses e ideologías, sin refugiarse en sus particulares visiones, y que sean capaces de recurrir al texto de los expertos para superar obstáculos en los que no se puedan consensuar posiciones.
Hemos sido testigos del retiro de indicaciones que generaban aún más división y que no convocaban mayorías, lo que era impensable en el proceso anterior. Es un primer paso que valorar. Esperamos que quienes son llamados a ser bisagras en las discusiones lo sean con fuerza y determinación y no presenciemos funas, como las que patéticamente se orquestaron en contra de algunos convencionales constituyentes en el proceso anterior.
Las personas agobiadas nos enterábamos día a día, como prisioneros telespectadores de un reality que no queríamos ver, de la forma y fondo de las normas que pretendían ser el marco normativo superior de nuestro país. Hoy, agotados y apáticos, comenzamos muy tímidamente a interesarnos en un proceso que requiere de renuncia consciente de todos los sectores.
Esperemos que, en contraste con el proceso anterior, terminado el borrador nos encontremos con un texto acotado pero profundo, fruto de un trabajo generoso y serio, que despierte el afecto y esperanza de los votantes y que cuente con la lealtad y defensa de todos quienes participaron en las distintas etapas de su elaboración, como respuesta necesaria y justa a esta segunda oportunidad.