Javiera Basso, Gerente de Consultoría y Valorizaciones de JLL Chile
Con el paso del tiempo, diversas industrias han comenzado a familiarizarse con el nearshoring, una estrategia que ha cobrado fuerza en el contexto global. Y Chile se encuentra en una posición privilegiada para aprovechar este fenómeno que implica la relocalización de operaciones empresariales a países más cercanos, destacando como uno de los más competitivos de América Latina para esta práctica.
¿Y cómo se dio este aceleramiento? Tras la llegada de la pandemia quedó en evidencia la necesidad de empresas de todo el mundo por diversificar sus cadenas de suministro, buscando reducir costos y minimizar riesgos. En este escenario, Chile emergió como una opción atractiva debido a su “entorno empresarial favorable” y su “trayectoria en materia de inversión”. Según señala el estudio de JLL Research, “Nearshoring – Develando el Potencial de América Latina”, esto se debe (en parte) a las garantías que ofrece a través de la promoción de la transparencia.
El informe, que evaluó a 10 países (México, Guatemala, Costa Rica, Panamá, República Dominicana, Colombia, Perú, Brasil, Chile y Argentina), también destaca que Chile tiene el menor riesgo crediticio de la región, lo que es un atractivo significativo para los inversores extranjeros. Además, la percepción de corrupción es baja, y los procedimientos comerciales son sencillos, lo que permite a las empresas operar con mayor eficacia y confianza en el mercado.
Y si bien Santiago no se posicionó en las categorías de potencial de mercado y proximidad a Estados Unidos, su infraestructura inmobiliaria y desempeño logístico son notables. Esto significa que, aunque hay áreas por mejorar, Chile sigue ofreciendo un entorno robusto para la inversión extranjera directa que otros países de la región no pueden garantizar.
Por ejemplo, la fuerza laboral chilena es altamente calificada, lo que permite a las empresas acceder a un talento capaz de adaptarse rápidamente a las exigencias del mercado global.
Esto no solo representa una oportunidad para las empresas extranjeras, sino que también puede ser un motor de crecimiento económico para el país. Al atraer inversiones, se generan empleos y se fomenta el desarrollo de sectores estratégicos como la tecnología, la manufactura avanzada y los servicios. Además, al estar más cerca del mercado estadounidense, las empresas pueden optimizar sus cadenas de suministro, mejorar los tiempos de entrega y ofrecer un servicio al cliente más efectivo.
A medida que el mundo continúa reconfigurando sus cadenas de suministro, es fundamental que Chile capitalice su posición geográfica y sus ventajas competitivas. Esta tendencia podría agregar miles de millones en exportaciones anuales a la economía chilena, transformando al país en un centro clave para las operaciones empresariales en América Latina.