La mosca Soldado Negro puede transformarse en la heroína de la guerra que enfrenta la humanidad contra la escasez de alimentos y el desperdicio de comida. Su base de operaciones está en Chile, más específicamente en Talca, donde a diario llegan toneladas de residuos orgánicos que, gracias a la voracidad de las larvas de esta mosca, se transforman en alimento hiper proteico para salmones y otros animales.
Esta innovadora idea, que aprovecha un proceso circular que ya existe en la naturaleza, surgió en Chile. Luego de trabajar en sustentabilidad, el ingeniero civil industrial Cristián Emhart quedó con la inquietud por la producción y escasez de alimentos, un tema de interés mundial actualmente. Tenía información del uso de insectos como fuente de nutrición, pero no fue hasta que el ingeniero comercial Alejandro Tocigl le contó que la larva de la mosca Soldado Negro, ya presente en Chile, era una excelente proteína y que se alimentaba de residuos orgánicos, que la idea cuajó.
“Esta es la solución y está en la naturaleza. Ahora hay que escalarla”, se dijeron y en 2014 tuvieron su primer cultivo de larvas: así nacía Food for the Future (F4F). Su nombre es una declaración de principios: “Somos una start up cuya misión es asegurar la alimentación del futuro, regenerando nuestros ecosistemas, terminando con la explotación de recursos naturales, a través de la valorización de residuos orgánicos”, dice María Cristina Au, ingeniero civil químico, quien hoy trabaja en la planta de F4F en Talca y maneja al detalle el proceso por el cual ocurre este verdadero milagro.
“Hoy, en el mundo, un tercio de los alimentos termina en los basureros, y no sólo es desperdicio de comida, sino de lo que se utilizó para producir esos alimentos. Además, esos residuos orgánicos terminan en vertederos, donde se van a descomponer y producirán gases de efecto invernadero”, dice Au. “Se pierden alimentos en un mundo con hambre, y al mismo tiempo enfrentamos un crecimiento de población a la que hay que alimentar. Lo que nosotros hacemos es replicar un proceso que ya existe en la naturaleza: con la mosca Soldado Negro vamos un paso más allá del reciclaje, y hacemos upcycling, logramos un producto de mayor valor, la proteína, que el original, que son los residuos orgánicos”, dice la experta.
Aunque no es originaria de Chile, esta mosca no daña el ecosistema local, ya que en los pocos días que alcanza a vivir como adulto no se alimenta, por lo que no es vector de ninguna plaga. Toda la energía que necesita para vivir la obtiene en su etapa de larva, y eso explica su voracidad: “Un kilo de huevos de larva de mosca Soldado Negro come 20 toneladas de residuos orgánicos en 10 días y se convierten en 5.000 kilos de harina de insecto”, explica Au.
Esa harina sirve de alimento para distintas especies de animales, como aves, perros y, lo que es muy relevante para un país como Chile, salmones. “La salmonicultura en Chile es muy potente, somos el segundo productor mundial de salmones y hay una dependencia importante de recursos marinos para la alimentación de esos salmones, como es el uso de anchoas y sardinas para fabricación de harina de pescado”.
En 2016, F4F abrió su primera planta en Puerto Montt y, cuatro años después, inauguraron la planta en Talca, que es donde están ahora. El año pasado cerraron una ronda de inversión importante que les permite el escalamiento industrial de la producción de proteína y la entrada al mercado norteamericano.
Au destaca que esta innovación nació en regiones y seguirá trabajando desde allí. “Principalmente recibimos residuos orgánicos de la agroindustria, por eso nos movimos a Talca. Recibimos los residuos de frutas y verduras con los que se hacen salsas, compotas y jugos entre otros. Además, estamos trabajando con supermercados de Talca y Curicó para retirar sus residuos. La mosca Soldado Negro puede comer incluso pan, un trozo de carne, un yogurt abierto, todo lo que hoy se bota”, destaca la experta.
El modelo de F4F es tan circular que incluso hoy están vendiendo huevos que generan gallinas que se alimentan de las larvas de esta mosca: “Son verdaderas gallinas felices”, dice Au, ya que ellas escarban la tierra (como en la naturaleza) para encontrar las larvas.
Con los 3 socios fundadores, hoy ya superan las 40 personas empleadas, en su mayoría jóvenes. “En todos los tipos de productos o innovaciones que significan introducir cambios, la clave es ir a los jóvenes, que son los más permeables a los cambios y quienes están haciendo más demandas como consumidores: ellos quieren conocer los ingredientes de los alimentos que compran y el impacto que tiene la producción. Porque el cambio climático no sólo requiere conciencia, sino acción”, dice Au, quien remata: “La sustentabilidad antes era un lujo, pero hoy es una necesidad para poder asegurar nuestra propia existencia. Y la perfección de la naturaleza que nos rodea, nos da ejemplos de cómo ser 100% circulares: son organismos vivos que nos enseñan a vivir”.
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